Partimos de una educación personalizada, desde el respeto a la singularidad de cada persona, considerada como ser individual y social a la vez.

Entendemos que la educación debe ser a la vez intelectual y afectiva y engranarse con las necesidades psíquicas y las capacidades del niño, atendiendo de forma global al desarrollo y maduración propia de cada uno.

Esta está basada no solo en que el niño logre ser independiente y aprenda a hacer frente al mundo como individuo, sino como persona que va a desarrollarse e integrarse en un medio social. Por eso es muy importante:

  • Desarrollar la inteligencia emocional, porque, como dijo Aristóteles, “educar la mente sin educar el corazón no es educar en absoluto”.

Desarrollar y trabajar técnicas que permitan al niño conocer y regular sus emociones le ayudará a reconocerlas en los otros y afrontará los retos y la responsabilidad de contribuir a la calidad y sostenibilidad de los entornos sociales y naturales de forma crítica, además de ser solidario con los demás seres humanos.

Saber ser y sentirse bien facilitará al niño la motivación para aprender a lo largo de toda la vida y afrontar los cambios que se irá encontrando propios de una sociedad en continua evolución.